Concluidas las demoliciones de edificaciones en la zona del municipio de San Cristóbal donde el pasado 14 de agosto se produjo la explosión que provocó la muerte de al menos 37 personas, camiones del Ministerio de Obras Públicas y el Ayuntamiento local retiran toneladas de escombros del lugar.
En tanto que vecinos del mismo deploran que no hayan recibido el respaldo que esperaban por parte de las autoridades gubernamentales, a pesar de que fueron afectados con pérdidas de ajuares, puertas y ventanas, pero sobre todo, el trauma psicológico con el que ahora conviven.
Milagrosa Tejeda, en la calle Francisco J. Peynado, informó que la explosión dañó, no solamente las puertas de cristales de su vivienda, sino además otros ajuares, sillas, fregaderos y demás utensilios, por lo que urgen de ayuda por parte del gobierno.
Recuerda que a raíz de la tragedia las autoridades se comprometieron pagar el alquiler a los afectados que se trasladaron o vivían en casas rentadas, pero han pasado casi cinco semanas, sin que nada de esto se concrete.
Valentina Campusano, también de la calle Francisco J. Peynado número 7, expresó que la única ayuda que recibió por parte de las autoridades fue la sustitución de la puerta principal de su casa, pero no han vuelto a ver a nadie por el lugar, a pesar de las necesidades que tienen luego de la tragedia que conmovió el país.
Indica que con la explosión y el fuego fueron dañados varios enseres del hogar y otros quedaron muy deteriorados.
La anciana Campusano narra que el día de la tragedia se encontraba acompañada de tres niñas, una de ellas de apenas meses de nacida, por lo que todavía siente temor.
Jenifer Pérez, nieta de la señora Campusano, dijo que estuvieron 20 días viviendo fuera, debido al peligro a que se exponían de quedarse en la casa.
Explicó que las autoridades repararon dos puertas y los cristales, pero no dijeron nada de los ajuares que se dañaron tanto por la explosión como por el agua lanzada por los bomberos para sofocar el fuego.
“A nosotros lo único que nos ha quedado es el polvo, el sucio y el daño emocional que nos causó la tragedia, que todavía no nos hemos recuperado”, sostuvo.
Shaira Bernard, quien habita en la esquina Leger con Francisco J. Peynado, revela que en principio su casa fue censada, pero jamás han vuelto a ver las autoridades, aparte de un día que entregaron “una fundita” o ración alimenticia.
Jesús Cuevas (El fiscal) propietario de la barbería Los Vacanos, en la calle doctor Brioso, explica que luego de tres semanas con el establecimiento cerrado, se vió precisado a colocar la puerta de Cristóbal, debido a que la ayuda prometida no llegaba, en medio del amargo sabor.
CREDITO A HOY